Existen muchas empresas que desean modernizarse, pero lo consideran un esfuerzo colosal. Los sistemas son grandes, complejos, numerosos y, a menudo, frágiles y poco comprendidos. El desarrollo de aplicaciones, la seguridad y la entrega —y la forma en que los equipos trabajan en conjunto— están fuertemente entrelazados. El análisis resulta intimidante y el camino por delante puede parecer incierto. Estos retos generan dudas, demoras y hasta inacción. La necesidad de cambiar es innegable, pero la cuestión es cómo dar el primer paso.
Mientras tanto, puede generarse una entropía que acumula deuda técnica mientras la demanda de recursos informáticos aumenta. El cambio en el mercado se acelera, pero la transformación digital es incapaz de seguirle el ritmo.